El Imperio Almohade

Los almohades o “al-muwahhidun” (“los que reconocen la unidad de Dios”), surgieron alrededor del, año 1120 como un movimiento religioso en el Noreste de África, en el actual Marruecos, en reacción al gobierno de los almorávides, que permitían cierta apertura religiosa. Su fundador fue Abu Abd Allah Muhammad Ibn Tumart, un fanático chiita que sin embargo aceptaba también a los suníes entre sus seguidores. Creía en la absoluta unidad de la fe, sin concesiones, con el Corán como única guía y consideraba que los almorávides habían permitido una excesiva relajación de las normas islámicas. Se atribuía, además, el ser descendiente del propio profeta Mahoma por la línea de su hija Fátima, lo que le daba mayor credibilidad y autoridad sobre los creyentes. Logró atraer a un gran número de seguidores, especialmente entre las tribus bereberes del Alto Atlas. En 1121 Ibn Tumart fue reconocido como “Mahdi” (“El Guiado”, una especie de figura mesiánica) por sus seguidores. Poco después se trasladó a Timnal, donde fue atacado en varias ocasiones por los almorávides sin mucho éxito, y sus victorias le permitieron extender todavía más su influencia se extendía por toda la región de las montañas. 

En 1129 Ibn Tumart se sentía lo bastante fuerte como para atacar la capital almorávide, pero en 1130 tuvo que retirarse sin conseguirlo y ese mismo año murió. Le sucedió Abu Muhammad Abd al Mumin ben Alí ben Alwi ben Yala, quien fue el responsable del gran éxito militar de los almohades. En 1132 inició una campaña en la que sometió a las tribus bereberes al sur del Gran Atlas, así como todas las fortalezas almorávides de la zona y otros reductos de resistencia. A su regreso a Tinmel, Ibn Tumart se proclamó Califa y entre 1139 y 1146 aplastaron completamente los restos del Imperio Almorávide en el norte de África, tomando Marrakech en marzo de 1147. En esta batalla murió el último Emir almorávide, Ishaq ben Ali ben Yúsef ben Tasufín y aunque en los años siguientes algunas regiones intentaron alzarse contra los almohades, muy pronto toda resistencia fue aplastada.

Bandera Almohade (s. XI – XIII)

Entrada en la Península Ibérica:

En 1145 Ibn Qasi, Señor de la Taifa de Mértola, había solicitado la ayuda de Abd al-Mumin en su revuelta contra los almorávides de la Península y regresó con un contingente almohade en la primavera del año siguiente. Entre 1146 y 1147 los almohades apoyaron las revueltas de los andalusíes contra los almorávides y sometieron diversas plazas, aunque no hicieron avances especialmente duraderos debido a las revueltas en África de aquellos años. En 1150, con los territorios africanos completamente pacificados y nuevas fuerzas, Abd al-Mumin fue reconocido como Califa por los señores de las Taifas de Ronda, Jerez, Badajoz, Tavira, Beja, Évora y Niebla y nombró a su hijo Abu Yaqub Yusuf como gobernador de los territorios andalusíes, ordenando inmediatamente una purga de la administración y entre los desafectos de todas las tribus (que conllevó la ejecución de unas 30.000 personas).

En 1153 conquistaron Málaga, en 1155 Granada y en 1157 de Almería, que estaba en manos de los cristianos. Pronto controlaron todo el Algarve e hicieron de Sevilla su capital peninsular. Pese a los éxitos, los reinos cristianos habían aprovechado la situación para extenderse también hacia el sur y tomaron varias plazas importantes. A finales de la década los almohades afrontaron también rebeliones en los territorios conquistados de la Península, hasta el punto de que en 1160 Abu Yaqub solicitó refuerzos a su padre, que había regresado a África para sojuzgar el Magreb. Abd al-Mumin se preparó para una gran campaña, aunque no llegaría a llevarla a cabo en vida. 

Uno de los mayores opositores de los almohades fue el autoproclamado Emir de Murcia Muhámmad Ibn Mardanish (andalusí de origen muladí), conocido como “el Rey Lobo”, que llegó a poner en jaque a la propia Sevilla. Entre 1159 y 1165 el Rey Lobo formó un gran ejército cristiano-musulmán y atacó muchas de las plazas fuertes almohades en Al-Andalus. En 1163 Abd al-Mumin murió y fue sucedido por Abu Yaqub Yusuf, quien sería coronado únicamente como Emir a causa de la oposición de tres de sus hermanos y otros notables, por lo que debió regresar a Marrakech para hacerles frente y controlar varias revueltas bereberes, aplastando la revuelta en 1165, a tiempo de derrotar al Rey Lobo en la batalla de Fahs al-Yallab cerca de Murcia ese mismo año. El ejército almohade siguió adelante, arrebatando varias plazas fuertes a Ibn Mardanish, pero sin lograr rendir su capital ni las ciudades más grandes. El Rey Lobo continuó acosando territorios almohades en los años siguientes, pero pronto empezó a perder a muchos de sus aliados, que se pasaron al bando almohade, incluyendo su propio suegro. En 1171 los almohades se hacían con Valencia y en 1170 se apoderaron de Lorca, mientras otras muchas plazas se les rendían traicionando al Rey de Murcia. Ibn Mardanish moría en marzo de 1172, decidido ya a pactar con los almohades, y su hijo y sucesor Hilal se declaró vasallo de estos, logrando permanecer como gobernador de Murcia a su servicio. De este modo acabó la rebelión del Rey Lobo.

El reinado de Yusuf I:

Debido a su experiencia como gobernador de los territorios en Al-Andalus, cargo que ejerció desde los dieciséis años, Abu Yaqub Yusuf fue educado en un ambiente especialmente culto y aprendió de la mezcla de culturas, lo que no le hizo renegar de sus cerradas creencias religiosas. Su corte incluyó a muchas personalidades de las artes y las ciencias islámicas de su tiempo, incluyendo al filósofo Averroes. Pese a su erudición, se destacó también como guerrero y estratega, libró muchas de las batallas del Imperio en la Península, en nombre de su padre, al que acabaría por tener que solicitar unos refuerzos que nunca llegaron debido a la muerte de este en 1163. Regresó a Marrakech para ser coronado, pero la renuencia de varios de sus hermanos sólo le permitió adquirir el rango de Emir durante los primeros años, mientras aplastaba las rebeliones africanas. En 1165, tras pacificar la zona, regresó a la Península para combatir al Rey Lobo y continuar las conquistas. En 1168 logró ser proclamado Califa del Imperio Almohade, siendo conocido como Yusuf I.

Yusuf I dedicó varios años a fortalecer su poder en la Península, entre 1171 y 1176 se estableció en Sevilla, donde hizo numerosas obras de mejora a lo largo de su vida, y lanzó varias campañas de conquista sin mucho éxito. El Califa apoyó su poder en élites leales del Magreb y utilizó con astucia la propaganda para fomentar la adhesión de la población a su persona y el credo almohade. Evitó incluir a cristianos y judíos entre sus notables y administradores, considerando que ese había sido uno de los errores de los almorávides, e imprimió su sello religioso a todos los aspectos de la vida del Imperio, incluyendo la acuñación de moneda cuadrada con inscripciones religiosas que hacía referencia al Corán. En distintos momentos firmó treguas con los distintos reinos cristianos, puesto que las revueltas internas fueron su primera preocupación durante los primeros años de su gobierno.

Su política de control funcionaba bien, aunque en 1176 tuvo que regresar a Marrakech para hacer frente a varias rebeliones en sus posesiones africanas. Aquellos años fueron aprovechados por los cristianos para seguir haciendo avances y en 1183 castellanos y portugueses acosaban el territorio de Cáceres, lo que le obligó a reunir un gran ejército con el que cruzó el estrecho al año siguiente. En junio de aquel año llegó ante los muros de Santarém, ciudad que estaba muy bien defendida por Alfonso I de Portugal y en cuya ayuda acudiría muy pronto el ejército de Fernando II de León. Prevenido de la aproximación de los leoneses, Yusuf I ordenó la retirada, resultando malherido durante la confusión de la retirada y murió antes de alcanzar Sevilla, aunque su muerte fue mantenida en secreto hasta ese momento. 

Guerreros almohades

El reinado de Yusuf II:

Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, hijo de Abu Yaqub Yusuf, nació alrededor de 1160 en algún lugar de Marruecos. Nombrado sucesor por su padre siendo aún muy joven, le siguió en diferentes viajes a Al-Andalus y se encontraba con él durante su fatídica campaña para tomar Santarém en 1184, cuando fue muerto durante la retirada. Al regresar las huestes a Sevilla, Abu Yusuf fue  proclamado Califa en agosto, con el nombre de Yusuf II. Para evitar los problemas que tuvo su padre tras ser entronizado, pasó ese mismo año al Magreb y sobornó a los parientes renuentes, siendo proclamado otra vez en Rabat y viajando finalmente a Marrakech. Las revueltas en la zona le mantuvieron ocupado lejos de la Península hasta 1190, cuando lanzó su primera campaña en tierras peninsulares, contra los portugueses, tras firmar una tregua con los castellanos y ratificar otra con el reino de León. Tras unos meses de batallas y algunas victorias decisivas, los portugueses se avinieron a firmar una tregua conveniente para los almohades. Yusuf II se encontraba enfermo y decidió firmar nuevas treguas también con León y Castilla, que deberían durar hasta 1195, y regresó a Marrakech, donde por si acaso nombró heredero a su hijo Muhammad an-Násir.

Dedicó los siguientes años a reforzar su poder en el Imperio, organizar una red de espionaje en los territorios cristianos de la península, de cuyos monarcas no se fiaba demasiado por su volubilidad, y reafirmar el credo moral y religioso de los almohades, que se había relajado un tanto en los últimos años. Luchó contra el lujo exacerbado de los notables, la relajación de costumbres y otras faltas entre su corte al tiempo que reforzaba considerablemente su poder militar. Una vez se sintió seguro de sus fuerzas, atacó a los Banu Ganiyah de Mallorca, que patrocinaban la piratería y dañaban con ello el comercio en el Imperio, derrotándoles con contundencia. Después decidió regresar de nuevo a África, donde se sucedían los problemas y revueltas, dejando a su hermano Abu Yahya como gobernador de los territorios de Al-Andalus.

En los siguientes años aplastó las revueltas y conquistó nuevos territorios en la zona del norte hasta Ifriqiya, pero no regresaría con su ejército a la Península hasta 1195.

Expansión del Imperio Almohade